La provisión de agua potable para la ciudad de San Miguel de Tucumán tuvo, desde sus primeras intenciones, un alto costo del servicio y las complejidades geográficas que resultaron determinantes en pos de implementar un sistema de abastecimiento óptimo para la población.
Tras el traslado de la ciudad desde IbatÃn hasta su localización actual, varias propuestas se presentaron y solo algunas tuvieron aceptación, aunque posteriormente no lograron ejecutarse.
Una de las planificaciones que tuvo mayor auge en 1.887 fue la que desarrolló el ingeniero Guillermo Hill. La misma se basaba en el gerenciamiento del agua para Capital, bajo una órbita de control por parte de las autoridades polÃticas de la época.
Con vasta experiencia como representante de una compañÃa para obras de alumbrado y aguas corrientes, la propuesta del ingeniero inglés establecÃa el desarrollo de las obras y la puesta en marcha del servicio de agua potable, al tiempo que dejaba en manos del gobierno la intervención para revisión de cuentas. Además, las cláusulas de contrato establecÃan que las autoridades garanticen un 8 % de interés anual sobre el capital invertido durante 25 años y concedan un privilegio por un plazo de 50 años.
Uno de los puntos destacados de la iniciativa establecÃa que la compañÃa asumÃa el compromiso de entregar el servicio al gobierno de turno, siempre y cuando se haga efectivo el pago de los valores que la compañÃa hubiese invertido en las obras y según los establecido en el contrato.
El plan, que establecÃa un pago de 20 centavos por metro cúbico y un pico de gas de 10 a 12 velas de intensidad, no llegó a ser considerado plenamente por el cuerpo legislativo para el abastecimiento de agua potable a la población de San Miguel de Tucumán.
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